JUGANDO AL MOLINO (Elena Fortún "Celia en el mundo") La otra mañana fui al parque con mi tío. A su lado se sentaron dos señoras muy gordas, con una niña y un chico. La niña se puso a saltar a la comba mirándome; de tanto mirarme, siempre se equivocaba y no podía llegar a aquello de "cuartana, color de manzana...". Una vez dijo muy bajito: -¿Quieres jugar conmigo? Y yo lo oí y dije: -Sí, sí. Jugaremos al molino. Cogidas las manos, empezamos a dar vueltas... "El molino, lleno de agua, y la rueda, anda que anda, anda que anda...". Hasta que se me fue la cabeza y me tuve que sentar en el suelo, ¡con una angustia en el estómago!...
Sin duda alguna a diario atropellamos y somos atropellados por las palabras, esas mismas que vienen de hombres libres e impredecibles, y que se presentan ante nosotros como realidad y verdad. Y aunque ya no se dé ni la mitad del crédito del que gozaba antes, éstas nunca pueden pasar inadvertidas. No dejarán de hacerlo aunque por años nos sigamos preguntando ¿Por qué seguimos utilizando mal la palabra?
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